Pocos hombres quedan en el mundo que les gusta hacer las cosas partiendo de cero. Nos da mucho gusto y emoción escribir este artículo porque estamos hablando del trabajo de un hacedor excepcional, de esos que sin titubear podemos nombrar como GENIOS.
Conocido con el apodo de “Patelo”, José Manuel Hermo Barreiro, es un mecánico naval jubilado que vive en la localidad coruñesa de Noia. Este mecánico naval mayor, que trabajó durante muchos años como jefe de máquinas, se jubiló en diciembre de 2003 y desde entonces decidió dedicarse en cuerpo y alma a la pasión de fabricar pequeños motores.
“Desde que me jubilé”, cuenta, “llevo trabajadas unas 15,000 horas y he fabricado diez motores”. “Cuando los ven”, prosigue, “los ingenieros navales alucinan, no lo creen. Me preguntan si tengo maquinaria de precisión, pero sólo tengo un torno que tiene 80 años, y el resto es a base de limar”.
En el siguiente video se muestra el montaje del motor v-12 más pequeño del mundo:
Fabricar este motor le ha llevado 1,220 horas de trabajo y de ellas, explica, “un tercio son en el torno y el resto es lima y ajuste”. “Esto lleva mucha lima”, incide. “Para que se haga una idea, la máxima holgura que hay de todas las piezas móviles de estos motores es entre una y dos centésimas, es decir, apenas es nada”. “Y junto a todas esas piezas que se ven”, continúa, “hay otras detrás que no se ven, que son plantillas útiles que hay que hacer para que las piezas salgan perfectas y que todo coincida a la perfección. Ésas no se ven, pero hay que hacerlas”.
El motor que más trabajo le ha costado montar es el motor de 16 cilindros “Semiestrella Corazón”, bautizado así por su nieta cuando vio la forma del artilugio. “Fue el más difícil”, confiesa, “porque son cuatro motores que están en línea acoplados a un mismo cigüeñal y hay que sincronizar los cuatro para que funcione”. “Es más fácil hacer un motor grande que uno pequeñito”, asegura.
“Es el trabajo que yo hago”, resume, “pensando en los chavales, que no se deciden por lo que van a hacer. Voy a los institutos y quedan pasmados”. Y todo comenzó poco antes de jubilarse, en 2003, cuando encontró un viejo torno, con más de 80 años, en una chatarrería. “Lo compré y lo mandé para aquí, pensando en mi jubilación y en lo que me iba a entretener”, recuerda. “Lo reparé y con él estoy trabajando, es el que se ve en el vídeo”.
Durante un tiempo, la pasión por construir motores le consumía la mayor parte del día, llegaba a estar 12 o 14 horas en el taller, incluidos los sábados y domingos. “Es que éste es un trabajo que te engancha”, explica Patelo, “haces la primera pieza y lo quieres ver funcionando. Cuando me preguntan digo que no es paciencia, ¡lo que hay que tener es pasión! Está claro que tiene que gustarte “.
La vida de José Manuel Hermo Barreiro es la de un hombre de mar. Pasó más de diez años en Gran Sol y trabajó buena parte de su vida como jefe de máquinas y también como inspector. La pasión por la mecánica le viene de lejos, cuando era apenas un adolescente. “Empezó a los 14 años tras arreglar una bicicleta de mi padre”, recuerda. “Luego trabajé de herrero y el resto del tiempo iba a clases. A los 15 años me regalaron un libro de motores y me quedaba a dormir con él”.
Los motores funcionan con aire comprimido – los hace así porque no quiere contaminar y para poder exhibirlos en espacios cerrados-, y están todos en su casa, pero tiene claro que alguna vez tendrá que exponerlos todos en algún sitio.
De momento se dedica a mostrar sus artilugios y dejar un poco de su sabiduría en los colegios e institutos que le invitan a hablar. Las nuevas generaciones están desconectadas del trabajo manual y de la costumbre de arreglar las cosas y saber cómo funcionan. “La mecánica se está perdiendo”, asegura Patelo, “no tenemos mecánicos, tenemos recambios de piezas, ahora tienen que reparar una pieza y no saben hacerlo. Por eso yo quiero darle una inyección a esta juventud, que se queda estancada, a ver si cogen algo de afición”.
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